Preparación del terreno.
El objetivo es garantizar una buena nacencia y posterior, el mejor desarrollo del cultivo para obtener el máximo potencial productivo.
Para que se produzca una buena germinación y emergencia de las plantas tenemos que tener una temperatura adecuada (unos 10º C de temperatura media diaria del suelo), determinada humedad (si el terreno no la tiene la aportaremos con el riego), buena aireación para que la semilla tenga oxígeno para germinar, desmenuzamiento de la tierra para que la semilla esté en contacto con las partículas del suelo y una capa superficial de suelo suelto para que la plántula no tenga obstáculo para salir. Además, debemos disponer de un volumen de suelo en condiciones óptimas para que las raíces se desarrollen bien. Para ello deben disponer de una profundidad de unos 40 centímetros.
Las labores deben ser las necesarias y justas. Un exceso de labores, además de ser antieconómico, podría ser perjudicial porque corremos el riesgo de desmenuzar demasiado el suelo y formarse más costra y, por otro lado, originamos más suela de labor.
Abonado del maíz.
El aporte de los nutrientes necesarios es fundamental para el desarrollo inicial y futuro del cultivo. Debe hacerse de manera racional y sostenible, maximizando el aprovechamiento de los fertilizantes acorde al potencial de las plantas. Es necesario saber con qué reservas de nutrientes contamos en el suelo, qué producción final esperamos y cuáles son las extracciones de nutrientes del maíz para esa producción esperada.
Para lo primero, lo más práctico y seguro es hacer un análisis de suelo para conocer las reservas de nutrientes y a partir de esto conseguir un buen consejo de abonado. A partir de este análisis se podrá saber cuales son las necesidades de nuestro lote de acuerdo a este cultivo.
Requisitos de temperatura para el maíz.
Las fluctuaciones de temperatura son mayores en suelos ligeros que en suelos pesados. Los períodos especialmente fríos en la fase de planta joven pueden afectar permanentemente el desarrollo del maíz, particularmente en la etapa de 6-8 hojas.
Las posibles consecuencias incluyen:
Daños a los cultivos de maíz.
Polinización irregular.
Menos hileras de maíz por espiga.
Reducción completa de la espiga principal.
Cuando la primera espiga muere, se puede formar una segunda espiga. Sin embargo, el desarrollo de la segunda espiga se retrasa y, por lo tanto, puede producirse una polinización deficiente (menor cruce de flores masculinas y femeninas). En casos extremos, no se forma una segunda espiga, lo que resulta en rendimientos reducidos.
Densidad de siembra.
La profundidad de siembra puede oscilar entre 2 y 10 centímetros, siempre dependiendo de varios factores: